domingo, 8 de junio de 2008

NO ES LO QUE PARECE


Juan, era el nuevo campo- santero del cementerio central, un muchacho que se jactaba de andar entre tumbas, de no tenerle miedo a los que duermen, de no creer en leyendas, pero eso era solo un escudo, sabíamos que le tenía terror a las sombras y veía fantasmas en todos los rincones. Nosotros, le quisimos gastar una broma y comenzamos a tramar un buen susto en la tardecita, cuando Juan ya estaba por retirarse del turno.
El viejo Tomás, que parecía un cadáver andante, y yo, que sabemos todos los chismes de los muertos, estuvimos de acuerdo y comenzamos a ajustar el plan.
-Yo me escondo en uno de los nichos –me había dicho Tomás- y vos me dejás un ojo para ver cuando viene Juan, cuando se acerque, salto encima de él y del susto se mojará los pantalones.
-Me parece bueno, me parece bueno –repetí- a la vez que ya estaba pensando en como realizar la tan temida broma, pero ¡El diablo andaba suelto en el camposanto!, uno nunca sabe cuando la desgracia se nos acerca.
En la tarde buscamos un nicho vacío y Tomás se metió en el interior sobre una tabla, le dejé un ojo entre unas coronas de flores para ver y me fui a la entrada a tratar de convencer a Juan a que fuera para ese lado.
-¡No salgas hasta que lo veas venir! –le increpé a Tomás- y me retiré.
Anduve buscando a Juan por todo el cementerio que es muy grande, y no lo pude encontrar, la noche se me venía encima como una mortaja. Salí corriendo para donde estaba el viejo Tomás que a estas horas ya estaría dormido, porque era hombre de dormir donde cayera, eso si, no lo despertaba nadie después que agarraba el sueño. Al acercarme sentí ruido de voces y rezos, pensé que tal vez era algún despistado que no se había percatado de la noche, pero cuando me enfrenté al lugar donde estaba el viejo, la piel se me puso de gallina y me escondí detrás de un sepulcro.
¡Dios, que horror! Si cuando me acuerdo se me paran los pelos de punta.
Cerca del cementerio había un templo que nunca supimos a que religión rendía culto y muchas veces habíamos encontrado cadáveres descuartizados fuera de las tumbas, pero esto era demasiado, lo que vi se lo voy a describir señor comisario, porque no puedo quedarme con esto en la garganta, no puedo. Se fueron acercando sombras invocando a los mil demonios, estuvieron buscando algo entre las tumbas y cuando llegaron frente a donde estaba escondido Tomás, sacaron la corona que tapaba el nicho, vi que Tomás no salía, pensé que ya se había ido, pero no, señor comisario, estaba dormido como siempre, y lo fueron sacando poco a poco con la tabla, en total eran como diez personas que se reunieron y uno de ellos le cortó la cabeza de un golpe que rodó a mis pies , aún con los ojos cerrados, mientras los otros proferían maleficios y arrancaban el corazón del infortunado Tomás. Tuve que morder la piedra del sepulcro hasta sangrar para no ser descubierto... pero, la sorpresa más grande me la llevé cuando uno de ellos se descubrió la cara y logré verlo de cerca, ¡era un engendro!, el mismo demonio que se presentó ante la mortecina luna, ¡era el mismísimo...!... De seguro ni se imaginaban que era Tomás, de seguro no sabían que estaba vivo, de lo contrario no hubieran...
Cuando se retiraron, no atinaba a ordenar mis pensamientos, la cabeza del infortunado Tomás ya no estaba a mis pies, la busqué para devolverla al lugar, en donde habían cometido la masacre, quise acomodarlo nuevamente sin pensar en lo que hacía, quise que todo eso no hubiera pasado y junté todas las partes dentro del recinto, lo tapé y le dejé un ojo entre las flores como habíamos convenido... extrañamente la corona que había utilizado para tapar el nicho tenía una cruz negra sobre las flores que antes no había visto...Por eso, señor comisario, por eso mis manos y mi cara están ensangrentados, por eso mismo, tiene que creerme, ¿usted piensa que fui yo que lo maté, pero no es lo que parece, debe creerme.




“Ahora que estoy esperando la resolución del Juez, pienso en lo que ha sido mi vida, cuando conocí a “Los Oscuros” todo cambió, me dieron un motivo para vivir, me sacaron de la calle y me hicieron cometer una cantidad de crímenes horrorosos, pero como siempre les dije, yo no pertenezco a la secta, solo soy el ejecutor. Si el jurado cree en mi inocencia saldré libre y nadie desconfiará de mi...
¡Pero que descuido, mala suerte la mía, la cabeza del viejo ir a rodar tan lejos! Ese fue un trabajo que quedó incompleto; lo que realmente sirve es el corazón y el cráneo. Ahora tendré que enmendar mi falta con otro sacrificio, porque de lo contrario soy hombre muerto...”


Mónica Marchesky

1 comentario:

anónimo 4 dijo...

muy bonito cuento, me gustaría conocer a los amigos surrealistas del mundo. Un saludo desde la interzona, lima-perú, mi cama