-Bueno para nada!!! –le había gritado su padre antes de
morir
A Román, desde niño le fascinaron los angelitos en yeso,
tanto, que en el correr de su vida fue tapando las paredes de las habitaciones
de su casa con ellos: negros, blancos con rulitos, grotescos, lívidos y con
cara de yo no fui, con alitas, con trompetas, de todos los lugares y
procedencias. Ellos le sobrevivirán y tal vez terminen en una venta de garage o
en alguna feria vecinal a $ 100 el lote.
Mónica Marchesky
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