Andrés Capelán (periodista, humorista y blogista) nació en Montevideo en 1954). Se inició como periodista en la prensa obrera (El Omnibusero) y trabajó varios años en el quincenario Mate Amargo como cronista sindical, de internacionales, y humorista. Otros varios años más se ha venido desempeñando en la agencia de noticias Comcosur, colaborando también con la Agencia Latinoamericana de Información y otras publicaciones. En los últimos años ha escrito un puñado de cuentos y piezas humorísticas que se pueden leer en algunos de sus varios blogs derivados del primero: andrescapelan.blogspot.com.
¿Sabe?, he renegado de mi pasado. Ya no canto más que a la esperanza; pero, para ello, es preciso primero atacar contra la duda de este siglo (melancolías, tristezas, dolores, desesperos, lúgubres relinchos, maldades artificiales, orgullos pueriles, cómicas maldiciones, etc., etc.) Carta de Isidoro Ducasse Conde de Lautréamont al editor Lacroix
miércoles, 18 de noviembre de 2015
domingo, 15 de noviembre de 2015
EL HOMBRE AZUL
BETTY CHIZ
Betty
Chiz. (1935, Montevideo). Es periodista, escritora, fotógrafa, gestora
cultural. activista política y social. Menciones en poesía en 1960, en 1983, en el 2004.
Fotografía
Premios en el Salón Nacional de Fotografía, 1983; Cooperativa Bancaria, 2004.
Exposiciones colectivas en Uruguay, Porto Alegre, Buenos Aires, y en la muestra
de Arte Correo contra el Apartheid.
Exposiciones individuales de fotografía en Montevideo 2012,13 y 14 y La
Habana.
Poesía:
publica su primer libro individual Los versos del hoy por hoy (1983) edic. de
autor; Tiempoverso (1984, colectivo) y participa en antologías en Uruguay,
Chile, Argentina, México y España y en el Poemario de la I Bienal Internacional
de Poesía, Brasilia, 2008, a cuyo Encuentro concurrió representando
oficialmente a Uruguay.
Narrativa:
publica en antologías en Uruguay; Los mil y un insomnios, en Toluca,
México; y en Revistas y periódicos.
Ponencias
en los Encuentros Internacionales de aBrace (Montevideo, La Habana); en el XI Encuentro
Latinoamericano de Poesía (Chile 2005) y en el I Encuentro Latinoamericano de
Estudiantes de Letras, (Brasilia, 2011).
En mayo 2014 concurre al XVII Festival Internacional de Poesía de La
Habana y allí realiza una ponencia en el Foro dedicado a la Mujer exponiendo el
tema “Un legado de la lengua materna: transmisión oral poético-musical de la
inmigración judía en el Uruguay”.
Coordina
el Espacio Mixtura, grupo multicultural y multidisciplinario.
Compartió
un espacio radial de carácter cultural. Colaboró con la Revista Cultural aBrace
Internacional. Integra el Consejo Editor de la revista de poesía “Lo que
vendrá”. Ha integrado Jurados en Concursos de Poesía y Narrativa. Integró la
Comisión Directiva de la Casa Bertolt Brecht. Integra la Comisión Directiva de
Casa de los Escritores.
Noviembre
de 2013, la editorial LoqueVendrá, editó el poemario “Si por entonces muero”, que se presentó en
el Centro Cultural Simón Bolívar y en la 37º Feria del Libro en Uruguay,
también en Brasilia, La Habana, México DF y en Río Hondo (Santiago del
Estero).
Fue
designada a la presidencia internacional colectiva del Proyecto Cultural Sur en
octubre del 2014
EL HOMBRE AZUL
Betty Chiz
Nunca había visto un hombre así. Como si se
hubiese volcado un tacho de veinte litros de pintura azul desde la cabeza a los
pies al tropezar con una escalera cuando el pintor de brocha gorda se
dispusiese a comenzar su faena en la pared recién preparada.
Y no era cualquier azul el de su piel. Ni azul
marino ni azul eléctrico ni azul de Prusia. No. Más bien un color azul cobalto.
Sí. El señor era bajito, al menos para mí, un metro sesenta quizá, que para un
hombre es una estatura baja y tenía un color contrastante con su cabellera rojo
fuego que volaba a los vientos como medusa impaciente.
El hombre se presentó, con una reverencia y un
golpe de sus tacos, como Monsieur Thenienne y deletreó su apellido. Su azul
esmaltado reflejaba las luces de las luminarias y por ello era muy difícil
fijar la mirada en él por mucho tiempo. Te herían. Tenía ojos oscuros que
perforaban al interlocutor.
El recuerdo que tengo de mi niñez era el color
de mis ojos y de mis cabellos. El color azul de mis ojos cambiaba de acuerdo al
cielo o a la prenda que lucía. Mis cabellos fueron mutando de un lino al rubio
ceniza, que porté con orgullo hasta que encanecí.
Pero mi piel es blanca. Y mi compañerita de
banco en la escuela tenía la piel oscura, el pelo con motitas y dos ojos color
verde que daba gusto mirarlos.
Pero un hombre azul así nunca había tenido
noticias de su existencia. Si conocí negros casi azules que tenían sus
ancestros africanos.
Era la primera vez que pude vivir esa
experiencia. Hombre totalmente azul con su chaleco, su jubón, su pantalón ajustado
hasta las rodillas y sus medias, todos atuendos del siglo XVIII, profundamente
azules. Solamente faltaba un largo de
Albinoni para completar el cuadro. Un privilegio en mi larga trayectoria de
anticuario. Ese color no eximía a Mr. Thenienne a prosear amablemente conmigo,
como decía un amigo “…y hablar de las
cosas de la vida y el corazón…”
Yo hurgaba en mi largo catálogo de mi memoria
intentando encontrar un personaje semejante – por el color cobalto – en las artísticas
piezas de los maestros de los siglos precedentes. Vidrios soplados por los
artesanos de Bohemia, jarrones vitrificados, polvos mágicos que en cualquier
momento caerían sobre los bastidores tensos para la primera aguada. En ningún
momento repasé los trabajos apócrifos del siglo XX donde ese color se obtenía
sintéticamente, práctica que se usa aún hoy día.
Mr. Thenienne me consultaba por una
montevideana que lo enamoró cuando en una visita a París rozó con sus suaves
dedos todo su contorno. Se estremeció al punto que decidió seguirla, si fuese
necesario, hasta el fin del mundo. Viajó de polizón. Por su tamaño no le fue
difícil introducirse plegado en un baúl. Le preocupaba que su azul se
desvaneciera porque el proceso físico podría verse afectado por cambios
climáticos. No reparó en la diferencia horaria y el síndrome del viajero.
Perdió su rumbo por unas horas, pero tuvo la buena estrella de dar conmigo en la Peatonal Sarandí ,
muy cerca de las Casas de Remate que abundan allí.
Yo sabía que ese color, ese azul, se había
obtenido desde la antigüedad. El señor manifestó su interés por recorrer las tiendas
de viejo de Tristán Narvaja, buscar a la dama de la suave caricia. Volvió a
taconear a la manera prusiana para despedirse y yo aproveché para meterme en el
google donde obtuve la siguiente información:
Azul cobalto o azul de
cobalto es la denominación de
una serie de coloraciones de pinturas para uso
artístico que se
comercializan con ese nombre, que presentan un azul que puede ir de muy oscuro
a claro, con una saturación débil a intensa.
También se ha llamado azul de cobalto o azul
cobalto a los pigmentos
minerales que se elaboran con aluminatos y silicatos de cobalto, y con mezclas de fosfato de
cobalto y alúmina, que son la referencia originaria del
color pictórico del mismo nombre.
Mas
mi curiosidad me llevó más lejos, hasta el siglo XVII antes de cristo, Egipto,
luego Micenas y Persia [1].
Nunca más supe de Mr Thenienne pero sí que lo
vi esmaltado en el ánfora que flanquea
mi Anticuaria frente por frente al
local de la competencia, el Chateau Blue, donde una maniquí vestida al estilo sufragista
lo observa todos los domingos. Un guante de cabretilla color natural luce en su
mano y antebrazo derechos y el otro guante lo conserva en su mano izquierda.
Ella está sentada sobre un baúl con etiquetas de Roma, París, Bohemia, Sèvres,
y más.
Betty Chiz 12-13 de noviembre de 2015
[1]Azul de
esmalte
La
forma más antigua del pigmento azul de cobalto es el «azul de esmalte», que
consiste en vidrio con óxido de cobalto. En la antigüedad se conocían varias
fórmulas para obtenerlo; se lo ha hallado en objetos procedentes de Egipto, de Micenas y
de Persia; en Egipto ya se lo usaba en el siglo XVII a.C.
Para
la fabricación del azul de esmalte se comenzaba por tostar minerales de
cobalto, a fin de obtener óxido de cobalto. Luego se fundía este óxido con cuarzo y
potasa (o con vidrio), de lo que resultaba un
material vítreo de color azul oscuro intenso, que se pulverizaba al sumergirlo
en agua fría. Tras lavar y moler este material para homogeneizarlo, se obtenía
el pigmento que constituía el azul de esmalte.
Para que conservara un color intenso no se lo debía moler demasiado finamente,
por lo que tendía a ser áspero y granuloso.
Hacia
mediados del siglo XVI, el azul de esmalte ya era
utilizado por los cristaleros de Bohemia, que tal vez
habían aprendido el método de los fabricantes de vidrio venecianos.
La fabricación industrial del azul de esmalte se remonta al siglo XVI en Sajonia. Bajo la forma de vidrio de potasa
coloreado con cobalto y pulverizado se usó hasta el siglo XVIII, principalmente para mejorar
el volumen y acelerar el secado del vidriado de
la loza,
para dar color azul al vidrio y como pigmento pictórico. Para este último uso,
el azul de esmalte es poco cubritivo y también poco colorante, aunque estable
ante la luz y los ácidos.
Precursores del azul cobalto
Azul Thénard (azul cobalto auténtico)
En
1974 y 1975 se detectó aluminato de cobalto en objetos provenientes del antiguo
Egipto, lo que demostró el uso de azul cobalto auténtico (azul Thénard) en el
Egipto dinástico. Sin embargo, la
técnica para obtenerlo se perdió hasta su redescubrimiento en el siglo XVIII.
En la
primera mitad del siglo XVIII el químico suizo Georg Brandt consiguió
aislar el componente azul del esmalte, comprobando que se trataba de cobalto. Este descubrimiento permitió el avance
de la investigación sobre los pigmentos basados en este elemento, ya que hasta
ese entonces se desconocía cuál era, de todas las sustancias presentes en la menade
cobalto, la que producía el color azul. En 1777, J. G. Gahn y
K. F.
Wenzel redescubrieron accidentalmente el aluminato de cobalto, mientras que en 1795 el químico Joseph
Leithner desarrolló para la manufactura de porcelanas de Viena un barniz azul de arseniato de
cobalto y alúmina, a veces llamado «azul Leithner».
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